MUERTE Y SUPERVIVENCIA EN EL INFIERNO

Se calcula que el régimen nazi aniquiló a cerca de 20 millones de víctimas desarmadas, de éstas unos 6 millones murieron en los campos de exterminio, mientras que las armas de fuego, voladuras y privaciones acabaron con el resto. Polacos, rusos, gitanos y judíos fueron las principales víctimas del exterminio, pero no las únicas [1].

Para llevar a cabo tal atrocidad fueron muchas las formas de acabar con la vida de estas personas. Algunas de estas técnicas fueron diseñadas hasta el último detalle para reducir los costes, mejorar la eficiencia y la rapidez, como si de un simple e inocuo proceso industrial se tratara[2]. Las formas de asesinar iban desde refinados y rápidos procesos a las más bárbaras, crueles y sanguinarias que pudiéramos imaginar, formas que no sólo buscaban el exterminio sino el ensañamiento con las víctimas [3] En ocasiones los deportados servían de conejillos de indias en atroces experimentos de dudosa base científica[4]. Y el exterminio también venia dado por el trabajo en régimen de esclavitud, en condiciones perfectamente calculadas para que se rindiera en un tiempo establecido y después los esclavos agotados fueran eliminados[5].

Para los españoles republicanos exiliados en suelo francés y que acababan siendo deportados a los campos de concentración nazis, como para el resto de víctimas,  la línea que separaba la muerte de la vida era muy estrecha y difusa, la vida no valía más que la capacidad que tuvieran para ser útiles al régimen nazi. Los españoles mayoritariamente fueron deportados a Mauthausen y sus comandos externos, un conjunto de campos que fueron clasificados como de categoría III (de no retorno), lo que suponía que aplicaban las condiciones más severas y el trato más cruel hacia los internos que no debían sobrevivir al campo. Se trataba de uno de los complejos concentracionarios especializados en el exterminio basado en la explotación de los prisioneros hasta el agotamiento, cuyas duras condiciones de trabajo acabó con la vida de más de 120.000 personas[6].

En este escenario los deportados mazarroneros corrieron la misma suerte que el resto de las víctimas de los nazis. De los 44 que hasta ahora hemos conseguido identificar sólo 11 pudieron sobrevivir, un triste 25% que consiguió llegar a Mayo de 1945 con suficiente vida para contarlo pero que arrastraron a lo largo del resto de su existencia las cicatrices físicas y psicológicas de su cautiverio. La razón de la supervivencia en ocasiones no cumplía con ninguna regla lógica, la suerte, la adaptación, la solidaridad, la complicidad o cualquier otra razón inimaginable permitieron que apenas esta docena de mazarroneros pudieran contar, o guardar en su interior para siempre, el horror de los campos nazis después del fin de la Guerra Mundial.

En concreto en Mauthausen el mazarronero que más tiempo estuvo internado fue José María Martínez Martínez que pasó 1733 días, casi 5 años desde Agosto de 1940 hasta la liberación del campo, eso suponía 4 meses más que los siguientes 3 veteranos supervivientes del campo, Ginés García Vivancos, Félix López Rodríguez y Andrés Lorente Sáez, que entraron juntos en el campo el 13 de Diciembre de 1940 y seguramente convivieron durante toda su estancia en él.

Entre los que no sobrevivieron la media de estancia en el campo rondaba los 9 meses[7], con el caso extremo de tan solo 44 días de supervivencia de Salvador Martínez Pérez, el último mazarronero en ingresar en el campo, con nacionalidad francesa y proveniente de la redada de Marzo de 1943 en Villeurbanne, y que seguramente no siguió los mismos pasos que el resto de deportados republicanos en el campo que habían ingresado en su mayoría entre Agosto de 1940 y Diciembre de 1941.

Conocemos las causas de la muerte de algunos de los deportados mazarroneros, o mejor dicho conocemos las causas que oficialmente se recogen en la documentación alemana que en la mayoría de los casos se falseaba. Sabemos que 5 de estos mazarroneros fueron asesinados en la cámara de gas del castillo de Hartheim o en el transporte hacia él, era una forma habitual de eliminar a las personas que presentaban alguna enfermedad o simplemente eran consideradas inútiles para el trabajo en el campo[8]. De otros 4 sabemos que la causa oficial era algún tipo de enfermedad o deficiencia respiratoria, como el asma o la neumonía. En el caso de otros 3 mazarroneros las causas recogidas están relacionadas con enfermedades o problemas cardíacos. De otros 2 conocemos que la causa estaba relacionada con enfermedades digestivas, como las gastroenteritis.

De Juan Espinar Zamora sabemos que la causa de la muerte referenciada en la documentación es el suicidio por electrocución en la valla electrificada del campo, una de las formas más habituales de suicidio junto con el ahorcamiento o el salto al vacío en la cantera que en ocasiones era imposible diferenciar de los asesinatos[9].

Son fríos números que difícilmente nos pueden acercar al horror que vivieron estas personas, pero conocer, o intuir cómo murieron o sobrevivieron nos ha de permitir acercarnos a su recuerdo.Del resto de víctimas, hasta  17 en Mauthausen y 1 en Dachau, desconocemos las causas de su muerte o nos ha sido imposible descifrarlas de la documentación original.

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[1] Un estudio reciente del Museo del Holocausto de Washington cifra en 42.500 los campos de la muerte, centros de trabajos forzados y guetos judíos implantados por Hitler. Buena parte de la Europa en guerra se convirtió en un enorme agujero negro de muerte, tortura y esclavismo con la creación de campos y guetos durante el brutal mandato de Hitler entre 1933 y 1945.

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/04/actualidad/1362429770_809101.html

[2] Los 6 campos de exterminio situados en Polonia (AuschwitzII-Birkenau, Lublin-Majdanek, Belzec, Chelmo, Sodibor y Treblinka) eran de pequeñas dimensiones y solo disponían de las instalaciones necesarias para las ejecuciones masivas con la participación de un reducido grupo de hombres de las SS y deportados como auxiliares. En ellos se asesinaron a millones de judíos, gitanos, polacos y rusos en tan solo cinco años. “Els camps de concentració nazis. Paraules contra l’oblit” 2005. Rosa Torán Ed 62.

[3] David W. Pike, “Españoles en el Holocausto”. 2ª Parte, varios capítulos. Randon House Mondadori. Barcelona 2006.

[4] El pasado 14 de enero de 2014 falleció Marcelino Bilbao, el último español que sobrevivió a los experimentos del médico nazi Aribert Heim en Mauthausen.

Aquí la noticia de su fallecimiento: http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20140126/sociedad/muere-vizcaino-marcelino-bilbao-20140126.html

[5] Antonio Vilanova, “Los Olvidados”. Capítulo 8. Ruedo Ibérico. París. 1969Montserrat Llorch lo entrevistó en su libro “Vivos en el averno nazi”. Barcelona. Crítica. 2014.

[6] David W. Pike, “Españoles en el holocausto”, Capítulo 5, 1ª parte. Randon House Mondadori. Barcelona 2006. Antonio Vilanova, “Los Olvidados”. Capítulos 5, 6 y 7. Ruedo Ibérico. París. 1969. Mariano Constante, “Los años Rojos”. Círculo de lectores. Barcelona. 1976.

[7] Sandra Checa, Ángel del Río y Ricardo Martín, “Andaluces en los campos de Mauthausen”. Centro de Estudios Andaluces, 2006

[8] David W.Pike, “Españoles en el Holocausto”. Capítulo 10, 2ª parte. Randon House Mondadori. Barcelona 2006. Montserrat Roig, “Morir en cámara de gas”. Triunfo. Año XXI, Número 707.

[9] Manuel Razola y Mariano Constante, “Triángulo Azul”. Península. Barcelona. 1979.